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Empezaron las fiestas en Tulcán, ha comenzado a desarrollarse el programa de eventos que el “gobierno municipal” (antes municipio nomás le decían) ha planificado para festejar el centésimo quincuagésimo tercer aniversario de cantonización de nuestra ciudad (me sorprendió que una de las candidatas a reina de Tulcán pudo recitar esto último sin equivocarse). En la casa ya ví por ahí el folleto con la programación para las fiestas, tendré que ojearlo para ver que habrá “de bueno”.
Uno de los eventos que dio inició a las fiestas fue la corrida de toros de pueblo organizada por la reina salient. Usualmente asistir a los toros de pueblo no habría estado en mis planes para la tarde de un domingo si no hubiera sido porque nos “sablearon” (a Apu y a mí) con dos entradas para el mencionado espectáculo taurino.
“La Sevillana” es el nombre de la destartalada plaza de toros que fue testigo de esta; mi primera asistencia a una corrida de toros populares. Cuando llegamos el espectáculo ya había iniciado, hace poco había terminado una corrida, el toro ya no estaba en el ruedo y pude distinguir entre el polvo la silueta de lo que supuse era uno de los improvisados toreros, parecía estar ataviado con una capa o algo así, al poco rato ya con menos polvo pude ver de quien se trataba, en efecto era uno de los toreros: un borracho enrollado en una sobrecama anaranjada fosforescente que había utilizado para torear al anterior novillo.
Buscando un sitio para ubicarnos dentro de la casi repleta pequeña plaza distinguimos rápidamente al grupo de espectadores más “colorido” y bullicioso; se trataba de una media docena de chicas parte del “staff” del “Molino” (el Moulin Rouge tulcaneño) y por lo que me di cuenta casi todos los caballeros ahí presentes sabían, y conocían muy bien, de la reputación de aquellas animadas mujeres.
El show continuaba, ahora era el turno del “toro gol”; un partido de fútbol entre ecuatorianos y colombianos con un toro en el medio. Después fue el turno de los payasos que brindaron ese humor con el que uno se ríe por no llorar. Luego vino el palo encebado; el segundo participante, con ayuda de su cinturón, logró trepar y llevarse los premios: cajas de vino que explotaron cuando el las lanzó a sus amigos que no pudieron recibirlas, algunos baldes plásticos que lanzó hacia el público y golpearon a algunos espectadores y unas cuantas camisetas.
Ya empezaba a caer la tarde y antes de salir de la plaza presenciamos lo que se anunció como un homenaje para la mujer en su día: “la cacería del gallo”, niñas y chicas adolescentes bajaron hasta el ruedo dispuestas a agarrar al gallo de pelea que pronto sería soltado.
Y así fue como cambié el habitual control remoto de las tardes de domingo por una pintoresca corrida de toros.
Ya se avecinan también los típicos y aburridos desfiles cívico-militares y pregones que se repetirán nuevamente en noviembre cuando, en las fiestas provinciales, nos preguntemos a manera de queja: “¿por qué todas las oficinas matrices regionales y “fronterizas” no se encuentran en Carchi sino en Imbabura si hace más de cien años que ya no pertenecemos a esa provincia?”.
Debes pasar muy aburrido allá en Tulcán
Pues yo no cambiaba el control por ese espectaculo querido Phantom 🙁
Yo estoy en contra de las corridas de toros!!
pobrecitos animalitos…
A mí tampoco me gustan las matanzas disfrazadas de corridas de toros. Pero en los toros populares no se sacrifican a los animales, ni siquiera usan banderillas, son unos toros pequeños y generalmente los que resultan más heridos son los pseudo-toreros.