Siempre me había llamado la atención los mecánicos. Esa pinta de fuertes, de bravos y de mal hablados; ese olorcito, no sé a qué, pero me agradaba, porque me vinculaba con el olor de los motores, de los tubos de escape, y hasta de las llantas.
Por fin terminé la escuela. La clausura, a más de los dulces y todo tipo de confites, se vio engalanada, por la presencia de las mamitas y por el montón de medallas aseo, puntualidad, compañerismo, religión y conducta- que lucíamos en el pecho. Por poco me saco la medalla, antes se la ganó, por sorteo, el ciego Rafico. Por todo esto, nunca me han llamado la atención las condecoraciones de los generales.
Cogido de la mano de mi madre, llegué a mi casa, sacando pecho por ese mundo de medallitas que sobre mí colgaban. Mi padre, que soplaba una plancha de carbón, se alegró al verme y eso me hizo pensar que atendería el pedido que le había hecho: que me mande a aprender mecánica a donde el Diablo, el Chuspas, el Mundial o el maestro Garrido. Mi padre no podía ver truncadas sus ilusiones, mas todavía cuando mi abuela había dicho que el guagua tiene dos coronas y es memoristo. Debe seguir estudiando. Aunque sea para policía.
-No papá, yo no quiero. Póngame a la mecánica del maestro Garrido-
-Vea. mijo, tiene que estudiar. Por lo menos el básico!-
Entre moco, baba y lágrimas, sentía que mi vida se frustraba.
-Yo no puedo ir al Bolívar. Yo que estuve donde los hermanitos. No voy y no voy…!
-Óigame, mijo, deje de hipiar. Si va al colegio, le compro una bicicleta- . Bueno, pensé, ahí si la cosa cambea, como dice el hijo de doña Josefina, recién venido del normal de Uyumbicho. Una bicicleta, como la Hércules, que tiene mi primo Carlos, con parrilla, timbre y guardafangos. Una bici, para llevar el avío al colegio; y el llanto se fue calmando. Una bicicleta para llevarlo en la barra a mi hermanito; y, cuando se me dañe, haría de mecánico y sentiría el olor a aceite y a grasa. En algo satisfaría mi vocación.
Al fin al colegio. El uniforme kaki y la boína. Los inspectores, mucho mas bravos que los hermanitos. Los compañeros molestosos y viejotes , por repetidores. Que jodidos: el Trompudo, el Racha, el Vampiro Navarro . A los legos nos fregaban más.
Primera gran desilusión: la bicicleta fue un cuento. Mi pobre padre apenas tenía para la manteca y la sal del domingo. Segunda gran desilusión: había un profesor de castellano que nos despechaba con un castigo sui géneris; los pliegos de disciplina. Por mínima falta había que escribir en los cuatro lados una redacción con el título; la importancia de la disciplina. Si no llevaba el trabajo, lo duplicaba para el otro día. Cada pliego que no llevaba, era un punto menos al trimestre. El pobre Celín, hijo del que hacía las sodas, debía 80 pliegos. La retirada del colegio lo salvó.
Había un profesor de matemáticas al que le teníamos pánico por lo del cálculo mental ; y, más todavía, porque nos tenía sicosiados con aquello de que él, por el olor. conocía al que iba a perder el año.
Definitivamente el colegio no era para mí. Cómo extrañaba mi río, mis potreros, mis árboles con sus pájaros, el trabajo en el campo con mi abuelo; mis tardes pletóricas de sol o el muy especial olor a tierra fresca y mojada, después del aguacero. Cada día me aburría más. Hasta había pensado irme de la casa, siguiendo a unos señores que decían ser colonos de las Galápagos.
Noviembre. Mes de las fiestas patronales del Colegio. El asunto empezó a cambiar de tono: números especiales para los Chúcaros; sodas, pasteles, helados; pero lo que me impactó más, e hizo que encontrara el gusto al estudio, fue el programa de una tarde, cuando en el salón teatro, se dio inicio al desfile de artistas en honor a los nuevos. Voy gritando por la calle, precioso bolero interpretado por el Abdón. España Cañí, con los hermanos Ramos, en acordeón y guitarra; Sobre las olas, bellísimo pasillo, interpretado en cuerdas por los hermanos Martínez, los Clavos. No hubo nada más que hacer: se abrió ante mí el horizonte de colegial y la afición a la música y al canto. Gracias, Clavitos.
Los pliegos de disciplina; los profesores bravos y los compañeros molestosos, pasaron a un segundo plano, al igual que el deseo de hacerme mecánico o pedalear en bicicleta.
Posiblemente no completaba dos meses de estudiante, cuando una tarde miré que llegaban a mi casa , tres curitas después supe que eran extranjeros y redentoristas-. Llegaban en busca de vocaciones sacerdotales. Yo no quería saber nada de aquello, aunque mi abuela vivía insistiendo que debía hacerme curita, puesto que tenía dos coronas y que era memoristo.
-Pero hijo mío, por qué no queréis haceros sacerdote?- decía el religioso de sotana larga y barbas blancas.
-Es que lo que a mi me gusta , padrecito, es ser mecánico- respondí todo asustado y recordando la inclinación que antes la había tenido.
-Pero hijo- habló el otro cura, más viejo y con manchas negras en su rostro desaguado- si vos te hacéis sacerdote, vais a ser mecánico de almas!-
De eso a acá, ha pasado muchísimo tiempo. No me he olvidado del pasillo Sobre las olas ni de los padres redentoristas, porque quizá acertaron con eso de mecánico de almas: mi vida la he dedicado a la docencia y aún disfruto siendo maestro
Un post del Licenciado Delacroix
el licenciado Delacroix está inspirado… a usted hay que leerlo con tiempo…
Voy a ser algo grosero, espero que el licenciado no me tome a mal.
¡QUE HIJUEPUTA DE POST! Está fantastico.
Me he trasladado a mis años cuando recién inicié el colegio. Contrario a lo del licen, pasé de una escuela semi religiosa, a un colegio completamente religioso. Y ahí la ví medio negra con los hermanitos. Esos momentos en los cuales uno tiene medio claro lo que quiere ser en la vida, lleno de cambios, de miedos, etc. ¡Que viaje!
En serio, Licenciado, no ha pensado escribir un libro? Quizá con los mismos post’s que ha publicado, se puede armar un librito “El Trilladero”. Digamos que complete unos 30, y listo. Sepáreme el primero y me lo autografía.
Muy buen relato licenciado. Un placer como siempre leerlo.
Las palabras de Guillermo lo dicen todo, las historias son tan fantasticas del tipo que se deja leer fácil.
Qué pasa Phantom, ultimamente solo tu pa postea.. a ver si se te pega alguito 😉
Como se diría aca: “la neta” escríbase un libro Por favor¡¡
Me uno al pedido de Guillermo, Princess y Ara… hay que juntar los relatos y lanzar un libro!
Piénselo…
hola quiero ganarme una veca para estudiar ingeneria mecanica